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- En una época en la que el hombre está más preocupado por encontrarle un sentido a su vida que por liberarse sexualmente, desembarazarse de sus complejos o resolver sus neurosis, ¿cuál es el servicio concreto que hoy brinda el psicoanálisis a sus pacientes?.

Nuestro servicio es para alguien que haya perdido el gusto de la vida. El psicoanálisis lo ayuda a que averigüe qué es lo que le hace perder ese gusto, sobre todo en tiempos como los que corren, en los que desgraciadamente hay tantos valores confundidos. Lacan, siguiendo a ese gran escritor francés que fue Paul Claudel, dijo que en el último siglo se ha avanzado en el peor sentido, en lo que se llama "el padre humillado". Se tiende a confundir autoridad con autoritarismo. Cuando un padre no ejerce su autoridad, que no es lo mismo que ser autoritario, sobreviene una gran confusión. Bueno, desde hace tiempo, por razones socioculturales, en el mundo occidental hay una decadencia de la función paterna. ¿Cuál es el resultado? Esa juventud que está a la deriva, desorientada, sin encontrarle un sentido a su vida. Entonces aparecen respuestas sustitutivas, porque el ser humano necesita, de algún modo, encontrar un sentido. Si no, se narcotiza frente a ese vací­o, y es así­ como tenemos el mundo de la droga...

- El hecho de que el psicoanálisis haya perdido vigencia en el mundo, según las estadí­sticas, ¿se debe a que se trata de una disciplina anacrónica?.

En primer lugar, no es cierto que haya perdido vigencia. Y luego, a estos enemigos podemos localizarlos. El señor Borch-Jacobsen está radicado en los Estados Unidos y forma parte de un grupo que se autodenomina "los destructores de Freud". Están allá­ desde los años 90 en una práctica activa dedicada a eso y pertenecen a lo que en el campo de los historiadores se llama revisionismo. Están en una campaña franca de desprestigio, y esto es un buen elemento para saber de qué clase de historiador estamos hablando.

- Freud consideró que el alma humana, así­ como la cultura y la religión, es producto de la represión de los instintos o bien del proceso de espiritualización denominado sublimación. Según esto, el espí­ritu humano no tendrí­a realidad por sí­ mismo ni serí­a algo trascendente. ¿Cuál es su opinión como psicólogo freudiano?.

Por supuesto que las creaciones más sublimes del espí­ritu humano, como el arte, la ciencia, la religión misma (para quien es creyente) son absolutamente valoradas por nosotros, los psicoanalistas. Es más: cualquier psicoanalista de cualquier corriente puede dar pruebas innumerables de que cuando el paciente comienza a destrabar los lugares donde sus pulsiones (no sus instintos) estaban coagulados, esa energí­a impedida comienza a manifestarse en campos de creación, y esto es lo que se llama sublimación. Nosotros alentamos ese movimiento. Es más: consideramos que ese movimiento es un ­índice de salud.

-¿En qué consiste para usted la dignidad del hombre?.

Si tuviera que decirlo en pocas palabras, dirí­a que en no renunciar a sus deseos. Nosotros decimos que hay una ética, a la cual un psicoanalista se somete si no quiere desdecir el lugar que dice ocupar. Nuestra ética consiste en acompañar a nuestros pacientes para que puedan reencontrarse con sus deseos. William Blake dijo: "Quien no realiza sus deseos, engendra pestes". El deseo es lo que hizo que un pintor, por ejemplo Picasso, haya llegado a ser Picasso. Es lo que atañe al núcleo de nuestro ser, como dirí­a Freud.

- En la actualidad ha alcanzado gran difusión la disciplina creada por Ví­ctor Frankl: la logoterapia. Según Frankl, el psicoanálisis consideró sólo dos dimensiones del hombre: la orgánica y la psí­quica, y olvidó la única capaz de conferir unidad al ser humano, que es la espiritual. ¿Cuál es su opinión?.

Ví­ctor Frankl es una persona a la cual respeto, por conocer su historia. Cómo se repuso a su experiencia en el campo de concentración sin duda merece mi mayor consideración. Pero, bueno, él tiene una posición ligada a una concepción más bien religiosa, que considero altamente respetable. Lo respeto, pero el psicoanálisis no participa de eso.

-También afirma Frankl que lo que hace feliz al hombre no es la autorrealización, sino la trascendencia, es decir, el salto más allá de sí­ mismo mediante la dedicación en cuerpo y alma a una tarea o misión, o a otra persona.

Estoy totalmente de acuerdo con él. Yo creo que nuestra dedicación al prójimo no es un acto de caridad sin una relación al otro. Sin ella, el ser humano no subsiste.

- En otro orden de cosas, ¿identifica alguna patologí­a particular en los polí­ticos argentinos?.

En nuestros tiempos hay valores que han caducado, y basta ver qué personas se dedican, en general, a la polí­tica. Pero en los tiempos de Dante y en los de Sócrates sucedía lo mismo. Los polí­ticos son necesarios (estamos en una democracia y no podemos prescindir de ellos), pero también es necesario crear dispositivos de control. Jamás estarí­a de acuerdo con dar la suma de los poderes públicos a ninguna persona.

- El escritor ruso Fedor Dostoievsky expresó: "Si alguien me dijera que Cristo no está con la verdad, elegirí­a estar con Cristo a estar con la verdad". En su caso, si descubriera que el psicoanálisis tiene falacias graves, ¿elegirí­a estar con el psicoanálisis o con la verdad?.

El psicoaná¡lisis tiene como eje su relación con la verdad. Uno de los infundios del señor Borch-Jacobsen es que Freud habrí­a recluido a los pacientes en la privacidad como una manera de hacer imposible la crí­tica a su experiencia. Es un infundio, porque la privacidad en el consultorio analí­tico es para preservar la intimidad del paciente. Siempre llega un momento en el que el paciente dice: "Hoy, doctor, le voy a decir algo que nunca pude decirle a nadie". La verdad está en el corazón de nuestra práctica. Y eso vale no sólo para el paciente, sino para el analista. Por eso, los analistas tenemos que analizarnos. Tenemos que trabajar los virus que nos habitan. Pero insisto: la verdad está en el corazón de la experiencia analí­tica.