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Interlocutores filosóficos de Lacan - Parte 1

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Conferencia dictada en el ciclo "Los miércoles a las 10  Hs" ( 2006) Cátedra EPIS 1 / UNR

 

"No se trata de ser cultos y menos aún de psicoanálisis aplicado, es la clí­nica la que demanda la filosofía". Con esta afirmación respondí­a Lacan a los filósofos franceses en 1957 ante la pregunta sobre la insistente presencia de la misma (la filosofí­a) en su transmisión del psicoanálisis. Es decir que esta transmisión no es sin la filosofía en sus diversos tiempos.

Freud fue en la lectura de Lacan profundamente "antifilósofo", ha desmontado la metafí­sica de la razón y la emancipación iluminista, a la luz de la experiencia de lo que marcha a contramano del progreso, es decir, la pulsión de muerte, la repetición, el trauma. El mito del progreso cae a pedazos mostrando su inconsistencia: las luces son interpeladas por el "factum" del inconsciente freudiano.

Freud antifilósofo no se trató de una operación teórica asumida, como en el caso de Lacan, sino de la mostración refutable de las ideas de la modernidad.

El sentido –como progreso moderno- y lo real freudiano constituyen un encuentro complejo, un topos de unión y separabilidad. Pues como tantas veces afirmó Lacan, es el discurso de la ciencia (la formalización del matema) y no el humanismo, el que abrió el camino al psicoanálisis.

La antifilosofí­a freudiana es este gesto, este acontecimiento de dilucidación de la bisagra pulsión/sentido; antifilosofí­a que conmemora la otra, la del primer antifilósofo del pasado siglo: Nietzsche encarnando la profunda disyunción acto/concepto. Experiencia antifilosófica a la que hay que sumar sin duda, como propone Badiu: la objeción de Pascal a Descartes, de Kierkegaard a Hegel y de Rousseau al Iluminismo; el hilo conductor que las atraviesa es la crítica a la disolución del acto en el concepto. Quizás a grandes trazos este podría ser el eje central de la discusión.

La contraexperiencia de Lacan va en otro sentido; el habí­a conocido al "último filósofo, el último en salvar su honor", es decir Heidegger, el que suscribe la filosofí­a a un olvido y diagnostica la gravedad de duplicar esta omisión, olvidando el olvido mismo.

"Destrucción de la historia de la metafísica es el acto por el cual el saber queda interpelado en su autoridad, su consistencia y sus supuestos. Este acto heideggeriano, profundamente antifilosófico funda un corte, un tiempo de conmoción de los significantes que el pensar representativo consagró.

Lacan antifilósofo llama a la filosofí­a a abrirse horizontalmente, a expandirse en un decir que divida radicalmente por un lado, los conocimientos horizontales y por otro, el acto del pensamiento. Es decir que el movimiento de la antifilosofí­a convoca a una recuperación en "escala invertida". Inversión cuya consecuencia será mucho más una "conversación" que un abandono de la filosofía.

El prefijo "anti" deviene así­ un gozne, una bisagra, un anudamiento más que un rechazo.

Acompaño la idea de Jorge Alemán en este punto: se trata de entablar un diálogo con el momento más frágil y potente al mismo tiempo, o sea con el acto de pensamiento que tuvo lugar en cada pensador, sostener una conversación con la certidumbre de lo "impensado", es decir, el don más preciado que un pensar puede donar. Lo impensado es lo que abre la conversación y en ella ese don hace causa. El resto será charla.

Lacan hizo de la filia presente en la filosofí­a una exaltación, a veces una desmesura como cuando dice que la alegorí­a de la caverna de Platón es una teorí­a del objeto a.

¿Qué lo lleva a semejante afirmación? Hay en Platón un pensamiento implícito acerca de lo escépico, implí­cito en tanto seguimos la lí­nea del eidos como forma, figura, aspecto y no meramente idea. Sin duda no es ésta la ví­a de lectura que la tradición transmite: se acompaña más fácilmente al saber el eros socrático, la falta en el punto inicial del deseo, que el laberinto que se abre cuando el eidos recupera la polisemia que, ligándolo al noein y al verbo noeo, lleva al ver.

Del mismo modo la operación de acercamiento al 'Cratilo', promoviendo la investigación sobre el problema de los nombres y su relación con las cosas polémica que Lacan siguió hasta la escolástica medieval y el nominalismo- o la lectura del diálogo Parménides, en el que funda junto con Fregue el estatuto del Uno, son claras evidencias de su decidida conversación con los momentos más fecundos del pensamiento filosófico. Fecundos, no sistemáticos, diferencia fundamental que finalmente decide el apartamiento de Lacan respecto de lo que hace sentido y sistema, es decir que la antifilosofí­a es "anti", sólo en la lí­nea de la institución tradicional de la filosofía, no en su conjunto, a pesar de la afirmación de que toda ella (la filosofí­a) queda recubierta por el significante amo; afirmación de una universalidad poco sostenible.

Que Aristóteles constituya una de las formas más eminentes de la reflexión ética, siendo al mismo tiempo el Soberano Bien una ficción, lleva a preguntarse en el Seminario VII por el "intervalo" entre Aristóteles y Freud. En este intervalo se sostiene la idea de que la satisfacción "ya no como bien común propio del ciudadano de la polis zoon politicon -se da a nivel del inconsciente, cuyo único aparato de goce es el lenguaje.

Otra ví­a más compleja y laberíntica introduce Lacan cuando, desde la función de la causa aristotélica, se sumerge en los términos de la Física (Tyché y automaton). Encuentro con lo real y retorno, insistencia de los signos limitados al principio del placer. La torsión dará el modo de trabajar la causación, ya no en el mundo de la Phycis sino en el sujeto en tanto lo real en él excede.

"Causas segundas" operando en la Naturaleza, que como género determinado del ser, hace de la Fí­sica una especie de filosofí­a segunda (la Metafí­sica se ocupa de las causas primeras) cuyo eje es el estudio del movimiento de los cuerpos, en los que se distinguen los de repetición y los de azar. En esta lectura se apoya Lacan para pensar la causa a nivel del sujeto: dirí­amos entonces "causas primeras" en lo tocante a lo real.

¿Qué consecuencias extraer de la afirmación: "El modo de proceder de Freud es cartesiano en la medida en que parte del fundamento del sujeto de la certeza"?. La respuesta es que ambas maneras, la cartesiana y la freudiana se acerca y convergen.

Si el "yo pienso" en tanto se dirige al "yo soy" se enlaza a lo real, autoriza en la operación de Lacan, a tocar al sujeto del inconsciente que se manifiesta y piensa antes de toda certeza. Del sujeto freudiano, deducido del cartesiano, se extrae un cogito pre-reflexivo que cabe diferenciar del sartreano. Desde aquí­ hay un paso a la operatoria de la disyunción "soy donde no pienso o pienso donde no soy".

Descartes introdujo el sujeto en el mundo, Freud pone algo nuevo al decir que la casa de ese sujeto es el sueño.

"Me atrevo a enunciar como una verdad que el campo freudiano sólo era posible cierto tiempo después de la emergencia del sujeto cartesiano, por el hecho de que la ciencia moderna empieza después del paso inaugural dado por Descartes".