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Freud, pese a su insistente advertencia acerca de distinguir al psicoanálisis de cualquier intento pedagógico o educativo, no deja de expresar en diferentes lugares de su obra las contribuciones que desde la teoría psicoanalítica se pueden hacer en cuanto a la educación. La tensión, irreductible entre lo cultural y lo pulsional del sujeto, debe considerarse un aporte significativo e ineludible a tenerse en cuenta en toda reflexión sobre el ser humano y sus encauzamientos como sujeto en lo social. La educación tiene un fuerte componente prescriptivo y disciplinante. La pedagogía destilada desde la filosofía estuvo ligada ya desde los griegos en adelante al objetivo de lograr que la gente sea como tiene que ser, deber ser que se instituía desde la filosofía. El filósofo concebía, gobernaba y pedagogisaba. Resuena con insistencia aquí el imperativo categórico kantiano del deber ser.

Es en relación a lo anterior que al pensar en la educación –y en las disciplinas ligadas a ella- nos ponemos alertas, pues no nos alejamos demasiado al pensarla como un campo de fuerzas desde donde se construyen subjetividades con el fin de obtener una reproducción social legitimada. Agregaremos a esta imagen la lucha estructurante del sujeto entre lo pulsional y lo social cultural, lucha que es el sujeto mismo en su división irreductible.

Lo irreductible deberá incluirse sin pretensiones de eliminarlo, el malestar, lo in- domeñable del sujeto será entonces una referencia de inicio en los estudios sobre la educación.