Emilio Rodrigué, amigo instantáneo
El 21 de febrero pasado (2008),a los 84 años, murió en Salvador de Bahía el psicoanalista argentino Emilio Rodrigué . Conocí personalmente a este prestigioso colega y escritor en el año 1996, siendo Coordinador Académico de la Secretaría de Posgrado de la Facultad de Psicología de la UNR. En octubre de ese año, Emilio aceptó la invitación a visitarnos y dar una conferencia que tituló 'El analista de las cien mil horas'. Era la suma de horas escuchando a sus pacientes que evocaba un viejo libro suyo editado por la APA: "El paciente de las 50.000 horas". Me regaló, sobre el final de su conferencia, el manuscrito con una dedicatoria que atesoro: "Para Jorge, amigo instantáneo". Nos conocíamos desde hacía apenas 24 horas. Fue el 2 de octubre del 96.
Cuando llegó aquel día a nuestra facultad lo recibimos con la Vicedecana la Prof. Dora Bentolila. Su simpleza y buena disponibilidad nos llamó la atención, me pidió que nos tuteáramos. Era un hombre alegre, andaba ya por los 70 y pico y decía estar atorado de proyectos. Había concluido poco tiempo antes su biografía de Freud: "Sigmund Freud, El siglo del psicoanálisis", preciosa obra en dos tomos que genera una notable atracción por su modo novelado, con suspenso e intriga incluidos.
Poca gente asistió a aquella conferencia, mucho fue el placer que sentimos los asistentes al escucharlo desgranar sus historias en relación al psicoanálisis.
Su charla, en tono íntimo y testimonial se inició con el recuerdo del artículo suyo del año 1970:
"Haga una pequeña cuenta conmigo:
Pasé 25 años, como analista, psicoanalizando. Trabajo más o menos 10 meses por año, descontando feriados, gripes y algunas merecidas rabonas -como diría Borges en su poema Instantes- en grises mañanas tristes de invierno. Ritmo enérgico que me lleva al insalubre saldo de cincuenta horas de trabajo por semana. Cada mes tiene cuatro semanas y un pucho, pero ese resto no cuenta. Sumando: 5 por 10, por 50, lo que da 50 mil horas."
Así comenzaba mi artículo: 'El paciente de las 50.000 horas', escrito para el Número de Bodas de Oro del International Journal of Psycho-analysis. La época: 1970, yo era un mandamás de la IPA. Ese artículo resultó ser mi carta de despedida de la institución.
Han pasado otros 25 años y calculo, casi sin quererlo, que alcancé las 100.000 horas, a pesar de las sesiones ser más cortas"
Poco a poco, con sus palabras se creo un clima de cuentos de infancia, remembranzas y confesiones a medio decir:
"Nací en 1923, Benjamín, séptimo hijo de una familia adinerada que la imagino feliz. Buen niño, alumno aplicado, cursaba segundo año de medicina cuando pensé seriamente en colgar el bisturí para criar ovejas en la Patagonia. Como mi madre no se escandalizó frente a mi desistencia, perplejo, decidí no desistir.
Y aquí viene mi primera confesión: el portal de entrada al psicoanálisis fue La mujer frígida de Stekel. Sus escabrosos e improbables historiales me seducieron, llevándome a desconsiderar las gélidas ovejas. Recuerdo el siguiente caso: una joven con incontinencia urinaria se vio asediada por alguien fijado en el estadio uretral de la libido. Resultado: un gran romance con aroma de pipí"
Concluyó su amable visita con una buena cena que compartimos con varios colegas.. Jorge Dángelo, Pura Cancina, Dora Bentolila, Alicia Iadanza, María José Doncel, Rafaél Doino, entre otros. Fue una noche inolvidable de malbec, literatura, cine y psicoanálisis. Nos prometimos un próximo encuentro académico y de amistad. Su nuevo proyecto en marcha: una Enciclopedia de Psicoanálisis con gran cantidad de colaboradores.
Sobre la crisis del 2001, me escribió varios mails. Estaba preocupado por la situación en nuestro país, la crisis social, económica, los presidentes en serie, el desanimo general, la violencia. Proponía venir a Rosario, nuevamente, para realizar asambleas comunitarias, trabajar con la gente en los barrios. Era posible ayudar, me decía, desde el psicoanálisis a ese malestar en exceso. Por esos días en el Supermercado Carrefour, en una mesa de saldos y liquidaciones de libros, encontré varios ejemplares de su libro “El libro de las separaciones”, por muy pocos pesos. Se alegró de que su libro esté en un supermercado y en una mesa de libros accesibles. No se pudo concretar su solidaria y nueva visita.
En mi época de facultad allá por los 70, un libro suyo junto a Mari Langer y León Grimberg- “Psicoterapia del Grupo” (1957) - era leído con atención. Se trataba del psicoanálisis y la terapia grupal. No era poca cosa. En ese tiempo (1970) promovió y formó parte del grupo Plataforma que, en profundo desacuerdo político con la APA y preocupado por la función social del psicoanálisis, terminó por escindirse de la monolítica y conservadora Asociación Psicoanalítica Argentina. Un paso significativo que junto a otros “didactas” de la APA consiguió efectuar.
Sobre su madurez y en tiempos de amores en portugués se afincó en San Salvador de Bahía, cerca de la playa donde siguió escuchando a sus pacientes y escribiendo con pasión.
Emilio Rodrigué, una vida plena, un espíritu abierto e inquieto que manifestó con intensidad su deseo y compromiso con el psicoanálisis.
“Amigo instantáneo”, fue un honor conocerte.
Jorge Rodríguez Solano
Dic. 2009
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