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"Como el psicoanálisis surgió en una época en la que habí­a gran represión sexual, muchos atribuyen el éxito de las teorí­as de Freud a esa situación y no a que fueran acertadas sus teorías. Hoy, cuando se viven tiempos de liberación sexual -o de obsesión sexual, más bien-, ¿puede seguir vigente el psicoanálisis?.

Fue Freud el que le dijo a uno de sus discí­pulos, Adler, que no sexualizara el inconsciente. Freud tuvo el mérito de decir que la sexualidad no se equipara con la genitalidad. Nunca dijo que el instinto es lo que está en la raí­z de la conducta humana, Freud habló de Trieb, que es una palabra alemana que significa "pulsión" y se diferencia del vocablo "instinto". La pulsión tiene una posibilidad de variar sus objetos. Por ejemplo, una hormiguita obedece ciegamente a una fuerza biológica que sabe el objeto que le conviene. La pulsión, en cambio, no es determinante, gracias a que estamos habitados por el lenguaje. Eso es lo que hace que nuestra relación con el instinto quede acorralada, disminuida. La prueba está en que a un ser humano usted le da de comer diez dí­as la misma comida y prefiere dejarse morir de hambre. Necesitamos la variación, el menú. ¿Por qué? Porque el ser humano no está gobernado por el instinto.

- Los griegos hablaban indistintamente de lenguaje y de espí­ritu. Cuando usted dice que estamos habitados por el lenguaje, ¿entiende al lenguaje en el sentido amplio de los filósofos de la antigüedad, o se refiere a él como una simple herramienta del cerebro humano orientada a la comunicación?.

Cuando hablo del lenguaje, hablo del hecho de que el ser humano tiene palabras con las cuales piensa, con las cuales se relaciona con el otro, con las cuales tiene la base de lo que son sus sueños. Porque fue Freud el que descubrió que los sueños son una escritura jeroglí­fica.

- Y cuando el poeta Juan Ramón Jiménez dice: "No sé con qué decirlo, porque aún no está hecha mi palabra", ¿no está aludiendo a algo en el hombre más profundo, e incluso anterior al lenguaje?

Sin duda que para nosotros, los psicoanalistas, el lenguaje no es lo único que nos constituye. Lo puedo decir de otro modo: somos un cuerpo interceptado por la palabra. Cuando uno avanza hasta el extremo en la palabra se encuentra con el lí­mite de la palabra. Un obispo muy conocido por los filósofos, Nicolás de Cusa, distinguí­a dos ignorancias: la ignorancia a secas y la docta ignorancia. La ignorancia docta es aquello con lo que nosotros nos encontramos cuando transitamos el saber hasta el extremo. En un análisis, por ejemplo, un paciente que avanza bien va a llegar a ubicar sus sí­ntomas con relación a su historia, pero también se va a encontrar con los lí­mites de ese saber.

- ¿Considera al psicoanálisis una ciencia?

Entre los psicoanalistas tenemos diferencias, distintas formas de pensar, por el hecho simple de que el psicoanálisis no es una religión, ni una ideologí­a, ni una cosmovisión. El psicoanálisis tiene la práctica. Freud crea el psicoanálisis a partir del decir de sus pacientes. Sus primeros pacientes fueron las mujeres histéricas que lo iban a ver cuando habí­a fracasado la medicina de su tiempo, a fines del siglo XIX. Lo iban a ver por parálisis que la neurologí­a no podí­a explicar. El descubre que eso que se llamó en un principio "terapia por la palabra" ayudaba a resolver esos sí­ntomas. El psicoanálisis implica una práctica, una teorí­a que intenta dar cuenta de esa práctica, y una continua puesta en verificación de sus postulados. En ese sentido, yo diría que tiene la misma estructura que el campo de la ciencia.

- Con respecto a que el psicoanálisis no es una cosmovisión, ¿cómo interpretarí­a el trabajo de Freud titulado: "Una concepción del universo"?

Freud es el que dice, justamente, en ese trabajo y en otros, que nosotros no estamos para proponer una cosmovisión. Cuando se habla de la abstinencia del analista se quiere decir que nosotros tenemos que abstenernos de indicarle al sujeto cuáles deben ser sus creencias y cuáles deben ser sus pasos por la vida. Nosotros ayudamos al sujeto a que encuentre el camino que lo hace más feliz.

- El psicoanálisis, al querer explicar la conducta humana a partir de determinados cánones o fórmulas, como por ejemplo el complejo de Edipo, ¿no corre el riesgo de reducir al hombre a una especie de mecanismo o artefacto que funciona según los actos reflejos o inconscientes de su "aparato psí­quico"?

Mire: le voy a contestar con un capí­tulo de las enseñanzas de Lacan y con mis propias reflexiones. En la tradición cristiana, San Agustí­n plantea, con la justeza que lo caracterizaba, el contrapunto que significa el libre albedrío y la gracia divina. ¿Cómo pensar que hay una gracia divina omnipotente y, a la vez, el libre albedrí­o que parecerí­a contradecir ese poder sin lí­mites de Dios? Es más: hubo sectas heréticas que dijeron que si todo es creado por Dios, el mal que yo puedo hacer también hay que imputárselo a Dios, y que entonces ni siquiera puede decirse que existe el mal. Pero San Agustí­n dijo que la gracia divina es también algo que tenemos que implorar para que esa libertad que Dios nos otorgó la podamos usar del mejor modo. Para nosotros, desde el psicoanálisis, se trata exactamente de la misma cuestión, claro que no en términos teologales. El psicoanálisis coloca la libertad en el eje de su estudio, es decir que de ningún modo el psicoanálisis implica un determinismo absoluto. Justamente la distinción entre pulsión e instinto es para recordar que el ser humano es mucho más que eso.

- Freud consideró que el inconsciente domina al hombre desde abajo, y de ahí su poder. Según esto, ¿hasta qué punto el hombre es responsable de sus actos? Hitler, por ejemplo, ¿no acabará siendo, según el psicoanálisis, un simple enfermo o un eterno niño herido al que hay que comprender en vez de reprobar?.

Nosotros decimos que el sujeto es responsable de sus actos.

- Pero ¿es lo que dice Freud también?

Sí­, es lo que dice Freud, y le voy a citar el texto. En un complemento a la metapsicologí­a de los sueños, Freud dice que si bien el sueño es una formación del inconsciente, el sujeto es responsable de sus sueños, así­ que fí­jese que de ningún modo en la teorí­a freudiana hay algo así­ como la absolución de los actos. El sujeto tiene un margen de libertad. Por supuesto que ese margen de libertad se amplí­a cuando uno conoce cuáles son las determinaciones que lo habitan. Por ejemplo, si viene un paciente y nos dice: "No sé qué me pasa: maltrato a mi mujer y a mis hijos", nosotros creemos que si lo ayudamos a descubrir cuál es la razón inconsciente de su manera desaforada de comportarse seguramente va a tener más libertad para obrar mejor.

- Si lo propio del hombre es ser manejado por sus instintos reprimidos o sus traumas de infancia, es decir, ser algo impulsado o conducido, ¿en qué sentido es aberrante que el hombre sea manipulado por otro tipo de fuerzas, ya se trate del Estado, de la propaganda o de padres despóticos?

Son raros los gobiernos que están contentos con el psicoanálisis. Desde ya que los que no están de acuerdo con el psicoanálisis son los gobiernos dictatoriales, que son los que le temen a Freud. Fí­jese que en el imperio de Stalin el psicoanálisis estaba prohibido, y en el nazismo fueron quemadas sus obras. Porque justamente alguien que se analiza aprende a interrogar. Cuando el otro dice algo, surgen las preguntas: "¿por qué me lo dice?", "¿qué está diciendo a través de sus palabras esta persona?".