Examinemos, más detenidamente entonces, aquellos destinos que complican la prosecución de la pulsión en busca de su satisfacción, de su descarga. Ese apremio del Otro, esa total facilitación, ese pasaje de cantidad no detenido, no ligado, debe ser destinado. Freud señala cuatro destinos: el trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, la represión y la sublimación. En el texto de 1915 se extiende sobre los dos primeros destinos reservando para los dos últimos un tratamiento diferente19.
Pensamos que esa deriva pulsional, librada a sí misma implica un goce mortífero, algo que exige un más allá del principio de placer, es decir, algo más allá de las pequeñas variaciones y equilibrios20. Hay que señalar que el trastorno hacia lo contrario y la vuelta hacia la persona propia adquieren un estatuto diferencial a la represión y la sublimación, pues se ocupan primariamente de complicar y dar cauce a la deriva pulsional para así consumar la reversión pulsional21. En la transformación en lo contrario y la vuelta sobre la persona propia conjeturamos una anticipada mediación narcisística, un si mismo hacia el cual dirigir la carga pulsional. Como sabemos el mero autoerotismo es encorsetado por el acto psíquico que conformará la matriz del futuro Yo. De esta manera es claro que el Yo puede ser ofrecido como objeto de goce a la moción pulsional, constituyendo como sabemos la cara Real del yo, que no debemos dejar de lado. Este sí-mismo sobre el cual vuelve la pulsión es matriz narcisística del yo futuro y anticipa precariamente la constitución del yo con sus revestimientos imaginarios y simbólicos.
Proponemos esta idea sostenidos en el texto que nos ocupa cuando Freud escribe "los destinos de pulsión que consisten en la vuelta sobre el yo propio22 y en el trastorno de la actividad en pasividad dependen de la organización narcisista del yo y llevan impreso el sello de esta fase. Corresponden quizás, a los intentos de defensa que en etapas más elevadas del desarrollo del yo se ejecutan con otros medios"23.
El texto sobre las pulsiones continúa al texto sobre Narcisismo, y es claro que allí se detecta una bisagra en su modelo pulsional, el Yo se constituye en el intercambio con el otro del narcisismo y tiene como antecedente esta sexualización desde lo pulsional: "el yo se encuentra originariamente, al comienzo mismo de la vida anímica, investido por pulsiones {Triebbesetzt}, y es en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en sí mismo. Llamamos narcisismo a ese estado, y autoerótica a la posibilidad de satisfacción"24. Insistimos, antes de introducirnos en la segunda parte del texto, es decir, específicamente en las polaridades psíquicas, en el recurso necesario a un sí-mismo adonde apunte la exigencia pulsional.
El trastorno en lo contrario, se ejecuta en dos procesos diversos: de lo activo a lo pasivo y el trastorno en cuanto al contenido: amor-odio. La reversión de actividad en pasividad no significa el tránsito simple de lo activo a lo pasivo, sino por el contrario se trata de una permutación en la meta, pues como sabemos en el dominio pulsional no hay pasividad, sino metas activas o pasivas. Tal vez resulta oscuro en principio esta conversión en cuanto al contenido, sin embargo este pasaje del amor al odio, nos parece, ilustra el dualismo general en Freud como particularmente el dualismo pulsional que celebra. De la reversión entre actividad y pasividad en lo que concierne a la meta hemos pasado a la conversión del amor en odio, y estos términos ya no atañen a la meta sino más bien a un cambio en el plano del impulso pulsional. Asimismo este cambio no debe imputarse o limitarse al yo unificado del Gesamt-ich (Yo total) y sus objetos amados y odiados. Es de trama pulsional.
Por su lado la vuelta sobre la persona propia es planteada por Freud en una concepción que modificará años después, pero que en el texto del '15 expresa sin reservas al decir: "el masoquismo es sin duda un sadismo vuelto sobre el yo propio"25 remarcamos en esta cita el "sin duda" ya que allí sostiene un sadismo originario. En la edición de 1924 esto es reformulado cuando en una nota al pie trueca su idea (Nota 19 AE) pues dispone ya de la hipótesis de un masoquismo originario que explicita en su artículo 'El problema económico del masoquismo' escrito en el mismo año (1924)26. En la vuelta sobre la propia persona se plasma la complementariedad entre las variaciones que conciernen a la meta (activo–pasivo) y las que conciernen al objeto (sujeto–objeto), dándose así una alteración-conversión en la meta y al mismo tiempo un cambio de vía del objeto.
Freud nos presenta, para mostrar esta estructura de reversión el par sadismo-masoquismo como un proceso en tres tiempos que remiten a las voces del verbo :activa, media refleja, y pasiva. Nos invita a pensar el sadismo como una acción violenta, de dominio, de poder dirigida hacia otra persona en posición de objeto27.
Entonces tenemos el primer tiempo en voz activa: dominar–humillar-golpear–poseer.
En un segundo tiempo este objeto es resignado y sustituido por la persona propia dando lugar a la voz refleja: dominar/se–humillar/se–golpear/se–poseer/se. Esta bisagra intermedia es importante ya que le permite a Freud establecer algunas diferencias, pues entiende que el automartirio, no es masoquismo, es decir, la voz activa no lograr la meta pasiva propia del masoquismo, sino la media refleja. Finalmente es en el tercer tiempo, con la búsqueda de una persona otra, ajena, quien como objeto toma sobre sí la función del sujeto. Este será entonces el nuevo agente, agente en tanto aquel del cual parte la acción dirigida al sujeto que ahora en posición de objeto a permutado la meta activa en pasiva: hecerse dominar/hacerse humillar/hacerse golpear/hacerse poseer. La reversión en circuito del destino pulsional que vuelve sobre sí toma el artificio gramatical para su captura: humillar-humillarse-hacerse humillar. Prestamos atención también a las indagaciones del otro par de opuestos que presenta en el texto: el de las pulsiones que tienen por meta el ver y el mostrarse (voyeur–exhibición) en donde también encontramos las etapas del circuito descrito anteriormente, agregándole Freud una reflexión notable al recuperar lo esencialmente autoerótico de la pulsión. Dice: "En efecto inicialmente la pulsión de ver es autoerótica, tiene sin duda un objeto, pero éste se encuentra en el cuerpo propio. Sólo más tarde se ve llevada a permutar este objeto..."28 para luego proponernos que no es un disparate pensar en una etapa previa idéntica para el sadismo, etapa que conjetura a partir de los empeños del niño por dominar sus propios miembros. Será entonces, más preciso, secuencialmente decir: verse-ver-verse-hacerse ver como también dominarse–dominar–dominarse–hacerse dominar.
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