Trascripción de la clase dictada en Seminario EPIS 1
Ciclo lectivo 2010
Práctica Analítica / Transferencia y Repetición
María Estela Negrini [1]
Continuando el trabajo de las clases anteriores sobre la Práctica Psicoanalítica, el objetivo de esta clase es trabajar la relación entre la compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia, tal como lo plantea Freud en “Recordar, repetir y Reelaborar” (1914).
Antes de comenzar con el tema de hoy me gustaría retomar lo trabajado por el profesor Rodríguez Solano en la última clase, describió con fines pedagógicos el momento en que un sujeto se dirige a un analista. Ello sucede cuando su síntoma que, podría llamarse hasta ese momento “egosintónico” se vuelve “egodistónico”. Esto quiere decir, que sí una forma de definir al síntoma es como una formación transaccional o de compromiso entre las fuerzas represoras y las reprimidas, lo que ha sucedido es que ese “equilibrio” de transacción se rompió, expresándose en un malestar que le genera por un lado, angustia como aquello que le evita enfrentarse con algo, y por el otro, una complejización de la vida, estorbándole su capacidad de amar, trabajar, relacionarse, etc. Dando lugar, todo ello, a la posibilidad de que el sujeto se interrogue sobre su padecer y busque una respuesta en otro: el analista.
Con esto ¿qué queremos decir? que no se comienza un análisis si no hay conflicto psíquico. Para Freud conflicto psíquico, en términos metapsicológicos, implica que hubo una rebaja en la atracción que ejerce el mundo exterior sobre la libido del sujeto (por la frustración de la satisfacción), la cual se interna por el camino de la regresión, atraída por la parte inconsciente de los complejos infantiles, produciendo como resultante una imposibilidad del yo para cumplir sus tareas y se ve relativa o absolutamente debilitado por dicho conflicto interior, al que el analista debe acudir en su ayuda.[2]
Teniendo en cuenta el recorrido teórico hecho hasta el momento, situándonos en la primera tópica freudiana, el conflicto psíquico se puede plantear entre la instancia represora (Prcc) y la reprimida (Icc); en Esquema del Psicoanálisis (1938/39), Freud ya esta trabajando con la segunda tópica y esta planteando el conflicto entre las exigencias pulsionales del ello y las exigencias de la conciencia moral del Superyo.
Al haber dejado en claro que no se comienza un análisis sin que se ponga en juego un conflicto psíquico, creo importante marcar que la repetición es uno de los conceptos rectores de la última parte de la obra de Freud. Introduce la Pulsión de muerte, abre el camino para la segunda tópica y, accesoriamente, signa un reajuste considerable de la clínica y de la técnica psicoanalítica.
Para comenzar con el escrito “Recordar, Repetir, Reelaborar”, vemos que Freud allí retoma las profundas alteraciones que ha experimentado la técnica psicoanalítica desde sus comienzos, hasta llegar al actual empleo de la misma describiéndola como la acción en que: “el médico renuncia a enfocar un momento o un problema determinados (como lo hacía en la catarsis breueriana, la hipnosis o presión sobre la frente), se conforma con estudiar la superficie psíquica que el analizado presenta cada vez, y se vale del arte interpretativo, en lo esencial, para discernir las resistencias que se recortan en el enfermo y hacérselas concientes. Así se establece una nueva modalidad de división del trabajo: el médico pone en descubierto las resistencias desconocidas para el enfermo; dominadas ellas, el paciente narra con toda facilidad las situaciones y los nexos olvidados”[3]. A partir aquí, para toda realización de su trabajo esta en juego la regla psicoanalítica fundamental: asociación libre por parte del paciente y atención parejamente flotante por parte del analista.
Lo que se mantiene idéntico a través de todas estas transformaciones que ha sufrido la técnica psicoanalítica es la meta, en términos descriptivos, sería: llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos: vencer las resistencias de la represión y hacer conciente lo inconciente reprimido, desde el punto de vista tópico.
El resultado del proceso de la cura esta en función de la relación con el médico, es decir, en función de la capacidad que todo neurótico tiene de transferir (de dirigir investiduras libidinosas de objeto sobre personas). Sin esa transferencia, la cual debe ser de tinte tierno, no sería posible la creencia en la palabra del analista.
Si queremos profundizar respecto de este aspecto de la transferencia podemos partir de la pregunta que recorre todo el escrito “Sobre la dinámica de la transferencia”, que es la siguiente: ¿Por qué siendo que la transferencia es la portadora del efecto salutífero, condición del éxito de un análisis, durante el mismo surge como la más fuerte resistencia al tratamiento? Allí Freud intenta responder a ese interrogante que le plantea su clínica, y se encuentra con que no se puede resolver si se piensa la transferencia a secas. Entonces hay que decidirse a separar una transferencia positiva de una negativa, la transferencia de sentimientos tiernos de la de sentimientos hostiles, y tratar por separado ambas variedades de transferencia sobre el médico. La positiva, a su vez, se descompone en la tierna y en la de sentimientos o mociones eróticas reprimidas. Esta última junto con la transferencia negativa actúan como resistencia dentro de la cura, mientras que la transferencia de sentimientos tiernos es la portadora del éxito.
Intervención J.R.S: cuando hablamos de transferencia negativa nos referimos a una transferencia que se transforma en resistencia, entendida ésta como todo lo que detiene el trabajo analítico y por este último entendemos: asociación libre, atención flotante, interpretación, construcción, etc. Ahora bien la transferencia positiva francamente sensual o erótica, por su intensidad se transforma en negativa, por lo tanto en resistencia; porque el “te odio tanto que no puedo trabajar con vos” es como el “te amo tanto que tampoco puedo trabajar con vos”.
Es la representación por el detalle la que sirve de anclaje y de disparador posibilitando la reanimación de vivencias del pasado del paciente. Como sostiene Ferenczi, “semejanzas físicas irrisorias: color de pelo, gestos, rasgos, maneras de sostener la pluma, nombre idéntico o vagamente análogo que evocan a una persona de antaño importante para el paciente, bastan para engendrar la transferencia”[4].
En palabras de Freud: “podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace.”[5]
En consonancia con lo anteriormente dicho, el mismo texto prosigue con lo siguiente “lo que más nos interesa es la relación de esta compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia. Pronto advertimos que la transferencia misma es una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico: también sobre todos los otros ámbitos de la situación presente.”[6]
Hablar de que la repetición es la transferencia del pasado olvidado, nos lleva al concepto de series complementarias[7] que se trabajo la última clase. Este concepto que fue tomado desde el escrito “Sobre la dinámica de la transferencia” permite explicar lo que constituye el corazón de la neurosis para dar cuenta del mecanismo de la transferencia en análisis y del papel que cumple en la cura; el párrafo trabajado era el siguiente:
“Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como las metas que habrá de fijarse. Esto da por resultado un cliché que se repite –es reimpreso- de manera regular en la trayectoria de la vida, en la medida en que lo consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor accesibles”
Esto implica que, “Lo que se encuentra como un crisol de la repetición es lo que Freud designa como cliché (…) esta es la postura subjetiva del paciente, “su naturaleza propia determinada, tal como fue adquirida por cada uno durante sus años de infancia”. (…) Así todo sujeto tiene sus “lugares comunes” que va a verificar incansablemente a través de los encuentros de su vida. El sujeto quiere a cualquier precio encontrar esos lugares, hacer entrar a la fuerza en ese marco los nuevos datos de su vida, (los nuevos objetos). (…) esto hace poner mejor al desnudo el papel de los “factores accidentales” como disparadores de tales “estructuras”. (…) es el azar, en tanto real, radicalmente contingente, que pone en acto esos demonios que se forjaron en los “años de la infancia” y solo esperan la ocasión de entrar en movimiento.”[8]
Este poder reiterativo da cuenta de que el actuar sobre-viene en lugar del recuerdo. En vez de reproducirlo “como recuerdo”, el paciente lo re-produce en acto.
Freud afirma, “uno comprende, al fin, que esta es su manera de recordar”[9]. Ahora bien, “lo que torna precioso el recuerdo es paradójicamente esa “infidelidad” relativa que permite que el sujeto se ponga en relación con su pasado, endosarlo sin identificarse con él. En efecto, el sujeto actúa, no para reanudar lazos con el pasado, sino para evitar representárselo. (…) Poner en acto permite librarse de su memoria.”[10] (Memoria al modo de la rememoración preconciente).
Aquí se puede discernir la participación de la resistencia: cuanto mayor sea ésta, tanto más será sustituido el recordar por el actuar (repetir). Resistencia es para Freud, todo lo que detiene la asociación, lo que frena la palabra, enfrenta al ser humano con un punto ciego.
Para comprender mejor tenemos que decir que, “lo inconsciente, vale decir, lo reprimido no ofrece resistencia alguna a los esfuerzos de la cura; y aun no aspira a otra cosa que irrumpir hasta la conciencia –a despecho de la presión que lo oprime- o hasta la descarga –por medio de la acción real-. (…) La resistencia en la cura proviene (…) de los mismos sistemas que en su momento llevaron a cabo la represión.”[11]
Entonces las resistencias en la cura parten del yo conciente del analizado, y por lo tanto se ha de atribuir la compulsión de repetición a lo reprimido inconsciente (como aquello que insiste, que se repite).
Como sabemos estas resistencias del yo Cc-Prcc están al servicio del principio del placer, en efecto, este último quiere ahorrar el displacer que se produciría por la liberación de lo reprimido. Pero como bien sabemos ese displacer es, displacer para un sistema y placer para otro sistema.
Si la cura empieza comandada por una transferencia suave, positiva (transferencia motor del análisis), esto permite ir profundizando en el recuerdo; pero si en el ulterior trayecto esa transferencia se vuelve hostil o hiperintensa (transferencia como obstáculo en el análisis), y por eso necesita de represión, el recordar deja sitio al actuar. A partir de ese punto las resistencias comandan la secuencia de lo que se repetirá.
Entonces se repetirá: “todo cuanto desde las fuentes de su reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter [los que se han formado en conexión con las condiciones de la neurosis y como reacción frente a sus reclamos]. Y además, durante el tratamiento repite todos sus síntomas.”[12]
Es decir, “lo que se repite son “vivencias” y “actitudes psíquicas” así como las “reacciones de defensa”, lo que se refiere a los “destinos de su periodo de vida olvidada”[13].
Siguiendo a Assoun, si existe una manifestación que merece ser distinguida como patognomónica de la transferencia, es la detención puntual de las asociaciones, que el analista comprueba o que es incluso enunciada por el analizante.[14]
Entonces, Freud sostiene que a menudo, tras comunicar a ciertos pacientes la regla fundamental del psicoanálisis, y exhortarlo luego a decir todo cuanto se le ocurra, sucedía que el paciente callaba y afirmaba que no se le ocurría nada, y ello teniendo por delante, intacta, toda la historia de su vida y de su enfermedad. Se está ahí frente a una transferencia sobre el médico (analista), que prueba ser apta para una resistencia que pasa al frente para amparar a la neurosis.
Dirá Assoun “Freud es muy formal en esto. A todas luces, él no ignora que hay todo tipo de razones para callarse en análisis. No se trata, aclara una nota, de los casos en los que es callado como consecuencia de algún “trivial sentimiento de displacer”, sino de un momento en que las asociaciones “vienen a faltar realmente”. ¿De dónde viene que en estos casos hay buenas razones para afirmar al instante que el sujeto silencioso, cuyo tren de asociaciones se para a mitad de camino –como si hubiera resonado una alarma interior, ordenando “parar todo”-está en vías de entregarse a la transferencia?”
“(…) Esto se manifiesta por una palabra brusca: el sujeto ya no puede encadenar. Si se abstiene no es porque carece de inspiración, sino porque esta sobreinspirado, sin habérselo propuesto, por otro objeto que ocupa y cortocircuita sus pensamientos. Es decir esta bajo el ascendiente de una representación particular, la del analista.” [15]
Intervención J.R.S: me parece importante destacar que si un paciente se detiene de golpe, se traba, en sus asociaciones, no implica necesariamente que en ello este comprendido el enlace con el analista, que por otro lado es necesario ese enlace para que la transferencia se establezca. A esos silencios se los debe interrogar, si bien se plantean cuestiones generales, la clínica es el caso por caso. Que alguien vaya hablarle a un analista, ya hay ahí un signo de transferencia, eso sería patognomónico. Luego hay reconfirmación de la transferencia: la sesión siguiente expresa que tuvo sueños, llega y se equivoca de piso, inicia la misma diciendo que le cambió la vida, etc. todo ello es signo de que se puso a trabajar algo.
Freud sostiene que los pacientes cuyo análisis es precedido por ese rehusamiento de las ocurrencias son, sobre todo, mujeres las cuales por el contenido de su biografía, se encuentran preparadas para una agresión sexual, u hombres de una homosexualidad reprimida hiperintensa. Esta afirmación podemos leerla como que dichos pacientes se encuentran bajo el influjo de una fantasía de agresión sexual u una fantasía de homosexualidad reprimida hiperintensa; pero retengamos que es una posibilidad de lectura.
Intervención JRS: Nuevamente volvemos con el tema de las fantasías a lo que anteriormente sosteníamos con respecto a los silencios, a los motivos por los cuales un paciente que viene asociando libremente de repente se para; se pueden establecer conceptualizaciones generales en relación a ciertos momentos de la clínica, sólo a condición de ser revisadas en el caso por caso, de interrogar el discurso del paciente para ver qué se esta poniendo en juego en ese momento.
Sí tomamos dichas fantasías, nos encontramos que las mismas no son sino un derivado de otras fantasías que hacen al Complejo de Edipo: las fantasías originarias (fantasía de seducción, fantasía de escena primaria y fantasía de castración) las cuales tienen carácter estructural para el sujeto, ya que no solo se ponen en juego en la historia personal sino que habitan el entramado cultural.
El Edipo implica el pasaje por distintas posiciones y su salida esta en función de la bisexualidad constitutiva y las identificaciones padre y madre, que dan como resultante la constitución de un ser sexuado.
De allí lo que Freud trabaja en “El yo y el ello” (1923) con el Edipo completo con respecto al caso del varoncito, sostiene que no posee solo una actitud ambivalente hacia el padre, y una elección de objeto tierna hacia la madre, sino que se comporta también, simultáneamente, como una niña: muestra una actitud femenina tierna hacia el padre y la correspondiente actitud celosa y hostil hacia la madre.
Por supuesto que todas estas vicisitudes por las que el niño atraviesa se dan en un tiempo previo a la inscripción de la castración y el sepultamiento del complejo de Edipo.
Todo esto, vuelve a vivirse dentro de la trama de la transferencia y de allí nos encontramos que, “así como la primera resistencia, también los primeros síntomas (…) pueden denunciar un complejo que gobierne su neurosis.”[16]
Si continuamos con los ejemplos aportados por el escrito freudiano que estamos trabajando, en relación a las acciones de repetición que un individuo lleva a cabo al iniciar un tratamiento, podemos ver que el analizado muchas veces no refiere acordarse de haber sido desafiante e incrédulo frente a la autoridad parental, en cambio, se comporta de ese modo frente al médico.
Al respecto Assoun nos aporta: “Que traiga un montón de sueños y asociaciones confusas es una manera de volver a poner en acto su actitud de desamparo y de perplejidad para con la búsqueda sexual infantil, todo acompañando el olvido. Es la índole de live del acting lo que constituye su carácter ilusorio. (…) Vemos el revés de esta ilusión: esto permite que el analista, a condición de ser un buen entendedor, capte en directo las actitudes determinantes, en la medida en que el sujeto lo vuelve a hacer”[17].
Que un individuo no recuerde cuando comienza un análisis tiene sus raíces en lo que Freud llama la etiología de la neurosis (serie complementaria), con la acometida en dos tiempos de la sexualidad, intermediada por el periodo de latencia sexual. “El olvido de impresiones, escenas, de vivencias, se reduce las más de las veces a un “bloqueo” de ellas. Cuando el paciente refiere a éste olvido, rara vez omite agregar: En verdad lo he sabido siempre, sólo que no me ha pasado por la cabeza”.[18]
El “olvido” experimenta otra restricción al apreciarse los recuerdos encubridores, los cuales son una reconstrucción, donde se toma material para su elaboración de las vivencias pre-conscientes y es trabajado como si pertenecieran al sistema Inconsciente, bajo las leyes del mismo (condensación y desplazamiento), tal como sucede con la formación del sueño, y por lo tanto conservan todo lo esencial de la vida infantil. Estos recuerdos ejercen, así, un contrabalanceo a la amnesia infantil. Es entonces bajo esta condición de buen entendedor en que el analista ha de realizar la construcción y la interpretación del material presentado por el paciente.
Hagamos un paréntesis con algunos interrogantes: hasta aquí vimos la repetición en transferencia como retorno de lo reprimido, como aquello inscripto en años tempranos que pugna por salir y por lo tanto, que se repite para poder ser ligado, es decir encontrar su descarga por intermedio del sistema Prcc. Entonces la noción de represión se vuelve clave para entender la repetición al servicio del principio placer-displacer[19]. Empero si lo seguimos a Freud, en el capitulo tres de “más allá del principio del placer” (1920), nos dice que nos encontramos un hecho nuevo y asombroso que es que la compulsión de repetición devuelve también vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones pulsionales reprimidas desde entonces.
Los interrogantes que abren el juego para la clase siguiente son: ¿Podemos hablar de una sola modalidad de repetición? Si la repetición obedece al principio placer-displacer ¿por qué repetir lo desagradable, lo displacentero, lo que sin saber, nos lleva al lugar que nos condena?, por último ¿obedece esta repetición al principio placer-displacer?
Cerrado el paréntesis, considero importante poder desarrollar como trabaja el analista con esta repetición en el curso del análisis, pero ello será tema para otro encuentro.
Octubre 2010
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BIBLIOGRAFIA
Assoun, P., (2008) La transferencia. Nueva visión. Buenos Aires
Cosentino, J.C., (1994) Construcciones de los conceptos freudianos. Manantial. Buenos Aires.
Freud, S. ([1913] 2006) “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I)”. En: Obras Completas. T. XII. Amorrortu. Buenos Aires.
Freud, S., ([1916/17] 2006) Conferencia 22: Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión. Etiología. En: Obras Completas. T. 16. Amorrortu. Buenos Aires.
Freud, S., ([1916/17] 2006) Conferencia 23: Los caminos de la formación de síntoma. En: Obras Completas. T. 16. Amorrortu. Buenos Aires.
Freud, S., ([1916/17] 2006) Conferencia 27: La transferencia. En: Obras Completas. T. 16. Amorrortu. Buenos Aires.
Freud, S., ([1920] 2006) Más allá del principio del placer. En: Obras Completas. T. XVIII. Amorrortu. Buenos Aires
Freud, S., ([1923] 2006) El yo y el ello. En: Obras Completas. T. 19. Amorrortu. Buenos Aires.
Freud, S., ([1938/39] 2006) Esquema del Psicoanálisis. En: Obras Completas. T. 23. Amorrortu. Buenos Aires.
Freud, S., ([1914] 2006) “Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del Psicoanálisis II)”. En: Obras Completas. T. XII. Amorrortu. Buenos Aires Pág. 150
Freud, S.,([1912] 2006) “Sobre la dinámica de la transferencia”. En: Obras Completas. T. XII Amorrortu. Buenos Aires.
Kuri, C. (1992). Introducción al Psicoanálisis. Homo Sapiens. Rosario
[1] Auxiliar Docente de la cátedra EPIS 1 Facultad de Psicología / UNR
[2] Este modo de plantear el conflicto psíquico, Freud lo expone en “Sobre la dinámica de la transferencia” (1912) Pág. 100 y en “Esquema del psicoanálisis” (1938/39) Pág. 173.
[3] Freud, S., ([1914] 2006) “Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del Psicoanálisis II)”. En: Obras Completas. T. XII. Amorrortu. Buenos Aires Pág. 149
[4] Ferenczi, S., “Introyección y transferencia”, en: Obras Psicoanaliticas. I, Payot, pag 97. citado en Laurente Assoun, P., “la transferencia” pag 67
[5]Freud, S., ([1914] 2006) “Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del Psicoanálisis: II).”. En: Obras Completas. T. XII. Amorrortu. Buenos Aires Pág. 152
[6] Ibídem; Pág. 152.
[7] Series complementarias: para profundizar sobre este concepto remitirse a la Conferencia Nº 23 “Los caminos de la formación de síntoma” de las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis; Freud, S.; Obras Completas, Editorial Amorrortu Tomo XVI.
[8] Assoun, P., (2008) “Lección IV Transferencia y repetición: el actuar-síntoma”. En: La transferencia. Nueva visión. Buenos Aires. Pag 63
[9] Freud, S., ([1914] 2006) “Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del Psicoanálisis II)”. En: Obras Completas. T. XII. Amorrortu. Buenos Aires Pág. 152
[10] Assoun, P., (2008) “Lección IV Transferencia y repetición: el actuar-síntoma”. En: La transferencia. Nueva visión. Buenos Aires. Pàg 65
[11] Freud, S., ([1920] 2006) Más allá del principio del placer. En: Obras Completas. T. XVIII. Amorrortu. Buenos Aires. Pág. 19
[12] Freud, S., ([1914] 2006) “Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del Psicoanálisis II)”. En: Obras Completas. T. XII. Amorrortu. Buenos Aires Pág. 153
[13] Assoun, P., (2008) “Lección IV Transferencia y repetición: el actuar-síntoma”. En: La transferencia. Nueva visión. Buenos Aires. Pág. 63
[14] Assoun, P., (2008) “Lección II Fenomenología de la Transferencia”. En: La transferencia. Nueva visión. Buenos Aires. Pág. 36
[15] Ibídem Pág. 37-38
[16] Freud, S. ([1913] 2006) “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I)”. En: Obras Completas. T. XII. Amorrortu. Buenos Aires. Pág. 138-39
[17] Assoun, P., (2008) “Lección IV Transferencia y repetición: el actuar-síntoma”. En: La transferencia. Nueva visión. Buenos Aires. Pág. 65
[18] Freud, S., ([1914] 2006) “Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del Psicoanálisis II)”. En: Obras Completas. T. XII. Amorrortu. Buenos Aires Pág. 150
[19] Kuri, C. (1992), “La pulsión de muerte”. En: Introducción al Psicoanálisis. Homo Sapiens. Rosario. Pág. 175
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