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Crisis de la universidad /// Academia vs. management

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Publicado en diario Perfil.com versión impresa Domingo 13 de marzo 2010

Columnista Prof. Eliseo Verón

Crisis de la universidad

Academia vs. management

Por Eliseo Veron

La crisis de las instituciones universitarias sigue generando preocupación. Dos libros recientes son discutidos por Simon Head, profesor en la Universidad de Nueva York e investigador asociado en Oxford, en uno de los últimos números de la New York Review. La crisis universitaria también es global, aunque adopta modalidades específicas en distintos contextos culturales. La comparación entre el mundo académico británico y el norteamericano es interesante: en el primero se trata de universidades públicas y en el segundo de instituciones privadas. Tanto en un caso como en el otro, cuando hablamos de crisis o de una situación grave, estamos hablando de las universidades que gozan del máximo prestigio mundial: Cambridge, Oxford, Harvard, Universidad de Londres…

En esos trabajos se analiza y denuncia la creciente adopción de los métodos del management corporativo, que han llegado a la universidad con su típico vocabulario: “reingeniería de procesos”, “management de calidad total”, “management por objetivos”, “indicadores de performance”, etc. Para el caso británico, Head describe las etapas: en su momento, las universidades compraron los sistemas de informatización de alguna de las grandes corporaciones del sector (IBM, Oracle, etc.); las consultoras de organización (MacKinsey, Accenture, etc.) exportaron a Gran Bretaña las teorías elaboradas principalmente en el MIT y en la Escuela de Negocios de Harvard; la burocracia estatal las puso en marcha. Paradójicamente, las universidades británicas están más desprotegidas que las norteamericanas porque el implementador es el Estado, con la particular legitimidad de que se trata del dinero de los contribuyentes. El Tesoro, guardián de los fondos públicos, fija las grandes líneas de lo que será distribuido según los “resultados” y los “objetivos” alcanzados por cada universidad, cuya “productividad académica” es evaluada en términos de índices definidos por el modelo del management corporativo. Según Head, en Gran Bretaña el proceso se inició durante el gobierno de Margaret Thatcher, después de que la Universidad de Oxford se negó a otorgarle a la entonces primera ministra británica el diploma de honor que ella deseaba; desde entonces, el management corporativo siguió instalándose en la administración de las universidades, independientemente del signo político del gobierno de turno. Uno de los libros comentados (Capitalismo académico y nueva economía, de Sheila Slaughter y Gary Rhoades) contiene entrevistas a directores de departamentos universitarios y algunos testimonios son escalofriantes: “Toda la cuestión es el marketing; toda la cuestión es cuántos cuerpos está usted procesando: así se expresan los administradores”. Los autores advierten que las disciplinas académicas se están convirtiendo en “servicios al cliente”. El director europeo de la Princeton University Press, Richard Bagggaley, señala por su parte la creciente presión para publicar artículos en revistas científicas –los cuales pueden ser terminados en los tiempos que imponen los sistemas de evaluación de resultados–, desalentando por otro lado la escritura de libros, especialmente “libros con grandes ideas” (big idea books), que son una molestia porque su evaluación es mucho más difícil. El reciente libro La universidad norteamericana (The American Faculty), de Jack Schuster y Martin Finkelstein, presenta datos claves sobre la evolución del cuerpo docente universitario en EE.UU.: de 1976 a 2005, el personal académico contingente (no regular) de tiempo completo creció el 223%, el personal contingente de tiempo parcial el 214%, y el cuerpo de profesores-investigadores regulares…el 17%. El salario del personal contingente es aproximadamente el 50% del salario de un profesor regular: mano de obra barata, mejores “resultados”. Y, claro, mayor “flexibilidad”. O como lo expresa Head: se está introduciendo en la educación superior la lógica económica de los call centers y de las tiendas Wal-Mart.

Muchos de estos discursos, ¿pueden ser interpretados como una reacción del “establishment académico”, que en un mundo globalizado siente que está perdiendo sus viejos privilegios? Acepto con gusto discutirlo. Pero sin perder de vista la cuestión fundamental: cómo proteger ciertos espacios públicos (¡quedan pocos!), en este caso los espacios de producción de conocimiento que son las universidades, de la lógica de la economía de libre mercado, cuya crueldad es directamente proporcional a la evidencia creciente de sus fracasos.

Hubo un tiempo en que la intelligentzia pretendió salvar a la clase obrera. Vamos a ver ahora si es capaz de salvarse a sí misma.

 

*Profesor plenario Universidad de San Andrés.