Ante la amenaza nazi y la ocupación de Austria en Marzo de 1938, Sigmund Freud debió emigrar de Viena. Londres lo recibe luego de decisivas gestiones de su colega y amigo Ernest Jones.
... QUEDA POR VERSE HASTA QUE PUNTO PODREMOS NOSOTROS, QUE YA SOMOS VIEJOS, ENFRENTAR LAS DIFICULTADES QUE TENDRÍA LA VIDA EN OTRO PAÍS. UDS. NOS AYUDARÁN. NADA TIENE IMPORTANCIA SI SE PIENSA EN LA LIBERACIÓN.
(Carta de Sigmund Freud a su hijo Ernest)
Con una ansiedad ineludible caminaba hacia 20 Maresfield Gardens en el barrio de Hampstead en Londres. Era la proximidad de algo anhelado hacía tiempo.
La búsqueda de esa dirección se acompañaba, en mi memoria, por algunas de las circunstancias históricas en las cuales me había interesado particularmente: el traslado del Dr. Sigmund Freud a Inglaterra. Exactamente a Londres, esa ciudad de llamativa pulcritud que lo recibía³ amistosamente en su exilio.
La invasión nazi a Austria, su patria, se produjo el 11 de marzo de 1938, la barbarie nazi atentaría contra su casa, sus libros fueron quemados. En mayo cumpliría sus 82 años.
La casa de Maresfield Gardens será la segunda que Freud habita en Londres. En septiembre de 1938 se instalará definitivamente hasta el último día de su vida, el 23 de septiembre de 1939.
En mi caminata me acercaba más al museo Sigmund Freud de Londres. Allí estaba, rodeada por un prolijo cerco de ligustro y un pequeño jardín, la casa de dos plantas estilo georgiano. Una calle arbolada, con jardines tranquilos, una zona generosamente verde, de franca naturaleza. Eso le agradaría al profesor de Viena.
En carta a su hijo Ernest, escribe: "... a veces me comparo al viejo Jacob a quienes sus hijos llevaron, ya anciano a Egipto. Es de esperar que el resultado no será el mismo, un éxodo de Egipto, es hora de que Ajashverus (el judío errante) pueda descansar en alguna parte"
El que fuera su consultorio era un ambiente amplio con dos salas demarcadas por una arcada. De un lado su escritorio y el diván con almohadones y mantas de telar, sobre la pared una pintura: La lección del Dr. Charcot. Amplias alfombras, su sillón, una mesa de trabajo. De espaldas a su escritorio su biblioteca abundante y tentadora. Sus autores preferidos, Goethe, Shakespeare, Flaubert, Dostoievsky, Fleischl.
Muchas fotografías de Martha Bernays, su esposa, sus amigas Lou Andreas Salomé y Marie Bonaparte. En cada lugar, reunidas o solas, sus esculturas y estatuillas romanas, griegas y egipcias, que le apasionaban, tanto como sus cigarros. La otra sala continuaba la biblioteca y su colección. Dos ventanales ahora cubiertos por espesas cortinas le permitían ver el jardín en donde pasaba muchas horas de sus días londinenses.
Quizás este recuerdo sea parte de eso.
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