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Amor y polaridades

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Habí­amos mencionado en la reunión anterior, esta división del texto freudiano que nos proponí­a Lacan en su seminario del año 1964, nos referí­amos a: de un lado la pulsión del otro el amor.29 Es claro que, como dice Freud, el amor y el odio tienen la circunstancia de ser refractarios a ordenarse dentro de la exposición de las pulsiones, sin embargo debemos poder explorar las articulaciones posibles en los conceptos, reconociendo de inicio que el amar no puede ser concebido como una pulsión parcial. Por el contrario lo que el texto vienen a decirnos es que el amar es una aspiración a lo total, no a lo parcial, y por otro lado, desde el narcisismo, sabemos que el amor padece de la ilusión de totalidad. Freud lo dice así­. Más bien querrí­amos discernir en el amar la expresión de la aspiración sexual como un todo.30

El amar puede ser susceptible de tres oposiciones: Amar-odiar / amar-ser amado / amar-indiferencia. Son estas variaciones opositivas que lo conducen a un enunciado casi general en la construcción teórica a la que se avoca: la vida aní­mica está gobernada por tres polaridades31:

  • Sujeto (yo) / objeto (mundo exterior) Real
  • Placer / displacer Económica
  • Activo / pasivo Biológica

Debemos apreciar el valor de ese enunciado, pues es notorio que las mociones pulsionales se hallan sometidas a las influencias de estas tres polaridades, es decir las pulsiones soportan tal influencia y se constituyen como condiciones para la prosecución {Fortsetzung} de las mismas. Recordemos que inciden sobre la meta {Ziel}, es decir en la satisfacción (sujeto-objeto, placer- displacer, activo pasivo) y es en torno a ella que se vinculan entre sí­. Estas polaridades por otro lado se hallan ligadas a las antí­tesis del amor. Como dijimos antes la reversibililidad es una característica constitutiva del trabajo pulsional que además, ha de funcionar con relación a la polaridad placer-displacer, subvirtiéndola.

Freud propone ordenar estas polaridades en tres categorías, definiendo a la polaridad activo-pasivo como biológica, para esto debemos recordar que la satisfacción resulta de suprimir el estado de excitación en la fuente pulsional, en la que se establece la exigencia constante que no admite fuga, por lo cual parecería atinado entender que la metáfora de lo biológico indica tal exigencia ineludible.El placer-displacer es considerado como una polaridad económica en tanto el principio de placer puede interpretarse como intentos por mantener o restablecer cierta constancia en los procesos de carga. Lacan lo expresará así­ en el ‘64 Las pulsiones, en su estructura, en la tensión que establecen, estén ligadas a un factor económico. Este factor económico depende de las condiciones en las que se ejerce la función del principio del placer a un nivel que recobraremos, cuando llegue el momento, bajo el término de Real-ich. Digamos a continuación que podemos concebir el Real-ich como el sistema nervioso central en tanto que funciona, no como un sistema de relación, sino como un sistema destinado a asegurar una cierta homeostasis, de las tensiones internas32 La relación entre los principios de placer y constancia se presenta a la reflexión de Freud, como muy compleja puesto que la correspondencia entre ambos no es de una simple paridad. Si sabemos, que desde un inicio, esta perspectiva implicó para Freud mostrarnos el trabajo por mantener constante la suma de las excitaciones en el interior del aparato, lo cual se lograría poniendo en marcha los mecanismos de evitación (fuga) frente a las excitaciones externas, y de defensa (ligazón) y descarga (abreacción) frente a los aumentos de tensión de origen interno.

Por último la polaridad sujeto-objeto la denomina Real, ya que con el concurso de lo que llamará principio de realidad, podrá establecerse una marca objetiva entre el adentro y el afuera, entre el sujeto y el mundo externo, es decir entre lo que interesa y lo indiferente. Este acaecer psí­quico conlleva una distribución del objeto en tanto alteridad, diferencia y realidad. Recurrirá necesariamente aquí a las diferentes funciones del yo {Ich} y las modalidades de su funcionamiento que van desde un yo-real inicial al un yo-real definitivo pasando por un yo de placer.

El yo de realidad inicial asimilado al arco reflejo o al sistema nervioso periférico, solo podrá distinguir un interior a partir de su imposibilidad de sustracción por evitación a la fuente de estí­mulos, “el yo se comporta pasivamente hacia el mundo exterior en la medida que recibe estí­mulos de él y activamente cuando reacciona frente a estos”33, es decir es activo por sus pulsiones como nos dirá más adelante.

Ese yo de realidad inicial, que como vimos establece un adentro y afuera según una buena marca objetiva, se muda entonces en un yo-placer purificado que reconoce sólo lo placentero, para así­ desdoblar el mundo exterior en una parte de placer (Lust), que ha incorporado y un resto (Unlust) que le es ajeno, extraño. Ese resto será indiferente frente al yo que concuerda con lo placentero y por lo tanto con lo amado. Recordemos que Freud define al amar como el ví­nculo de placer del yo con el objeto, por lo cual pensemos que quedan en comunión el yo, el objeto, lo placentero y lo amado. Las implicaciones que esto tiene son de importancia, ya que la introyección (incorporación) del objeto placiente lo anula como objeto exterior, le quita su alteridad y lo incorpora al yo. De manera inicial y primordialmente, entonces diremos que el primer destino del yo es ser el objeto como, asimismo, el primer destino del objeto es ser el yo. El resto, lo expulsado, lo displaciente no incorporado, se torna indiferente para el yo en un principio, de manera que encontramos aquí­ la articulación opositiva del amar y lo indiferente.

Sobre esa indiferencia se monta -por su insistencia como fuente de estí­mulo (displacer)- un exterior, ajeno, hostil, displacentero (Unlust) y por lo tanto odiado. Nos parece oportuno aquí, relacionar cómo lo proyectado que localiza lo displaciente como lo exterior se halla articulado con aquello que Freud en La negación34 caracteriza como expulsión {Ausstossung}, fuera del yo y lo contrapone en el mismo artículo con la aceptación primordial {Bejahung}. Insistimos, este fuera del yo establecerá un registro del no-yo, lo otro, que coincidirá con lo odiado por displacentero habiendo sido anteriormente predicado como indiferente.

Es interesante ver como la relación que media entre el yo y los objetos placientes bajo la modalidad del narcisismo resulta asimilado por identificación, al yo, convergiendo una aspiración total propia de este yo unificado (Gesamt-ich). Este ha sido interpretado muchas veces como yo total ya que así lo permite cierta traducción, sin embargo nos parece más ajustado exponerlo como yo unificado indicando la tendencia a reunir, completar, es decir hacer converger sin anular lo parcial. En el seminario XI que ya citamos, Lacan nos invita a pensar el Gesamt-ich como una superficie, como una red que une puntos de acumulación.35 No cabe evocar por lo tanto la unidad del yo propia de la psicología clásica en oposición a la parcialidad pulsional, en una pretendida sí­ntesis totalizadora. Estamos advertidos que Freud reserva el par amor-odio para la relación del yo unificado con sus objetos, sin embargo podemos pensar provisoriamente, sin caer en las desviaciones a las que dio lugar la totalización madurativa, en una genitalidad como un polo de convergencia -inestable- para cierta forma del goce en la estructura edípica. Por otro lado, la experiencia psicoanalí­tica nos muestra otra cosa: la genitalidad está sometida a tal circulación en el Edipo como conjunción entre el campo pulsional y el campo de la cultura como lugar Otro en donde se ejercita el reclamo {Anspruch} y la renuncia a la satisfacción pulsional.

En este recorrido que hemos efectuado, nos queda por despejar aquello que Freud denomina el Yo-real definitivo, permutación de la función del yo de placer, ahora mediada por el Principio de realidad, principio que intentará a través de rodeos el reencuentro en la realidad del objeto placentero. Esto quiere decir: un objeto amable (que se pueda amar) que no sea el yo y por lo tanto diferente y exterior.

Recapitulando podemos establecer los siguientes pasos en la constitución:

  • El yo como objeto amado / yo-placer / interior / amor / incorporación.
  • Lo exterior como objeto odiado / expulsión / exterior / indiferencia / odio.
  • El objeto odiado como no-yo / exterior / displacer / odio.
  • El objeto amado como exterior / exterior / placer / realidad / amor.

El Principio de realidad toma forma en las modificaciones que recaerán sobre el Principio de placer y por otro lado conocemos que en el narcisismo es el yo que como objeto se torna sujeto de la atribución. La atribución, juicio que otorga o niega una propiedad a una cosa, será esencialmente la de ser placentero. La cuestión será entonces ver como se pasa desde este juicio de atribución a la existencia (juicio de existencia) de objetos placenteros que no sean el yo.

Es en su trabajo La negación, en el cual Freud traza lo esencial de estos conceptos, así como antes deberá establecer en Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psí­quico36 la complementariedad, y no la oposición entre Principio de placer y Principio de realidad.

En La Negación de 1925, especifica: La otra de las decisiones de la función del juicio, la que recae sobre la existencia real de una cosa del mundo representada, es un interés del yo-realidad definitivo, que se desarrolla desde el yo-placer inicial (examen de realidad). Ahora ya no se trata de si algo percibido (una cosa del mundo) debe ser acogido o no en el interior del yo, sino de si algo presente como representación dentro del yo puede ser reencontrado también en la percepción (realidad). De nuevo, como se ve, estamos frente a una cuestión de afuera y adentro. Lo no real, lo meramente representado, lo subjetivo, es sólo interior; lo otro, lo real, está presente también ahí­ afuera. En este desarrollo se deja de lado el miramiento por el principio de placer. La experiencia ha enseñado que no sólo es importante que una cosa del mundo (objeto de satisfacción) posea la propiedad “buena”, y por tanto merezca ser acogida en el yo, sino también que se encuentre ahí­, en el mundo exterior, de modo que uno pueda apoderarse de ella si lo necesita.37

Es decir la prueba de realidad cumple la función no de comprobar correspondencia o adecuación de la representación (Vorstellung) con la cosa, sino más exactamente de volver a encontrar, por lo tanto reencuentro como percepción externa. Ya la concepción de rehallazgo del objeto, se halla en el Proyecto de psicologí­a (1895), en la Interpretación de los sueños (1900), como en Tres ensayos de teorí­a sexual (1905). La pérdida del objeto real de satisfacción, su ausencia, posibilita (sobre el fondo alucinatorio), la prueba de realidad, que se funda en la diferencia entre percepción y representación tanto como en el adentro y el afuera. Este yo-real definitivo, está sujeto al principio de realidad y se constituye como un trabajo que a partir de tal pérdida de objeto, permite moderar las condiciones absolutas del principio de placer posibilitando por rodeos (requisito de lo simbólico), que el objeto sea encontrado de nuevo, es decir: reencuentro. Concluimos, por ahora.

Jorge Rodríguez Solano